Se sabe que la ansiedad y la depresión tienen una amplia gama de consecuencias para el adolescente y pueden servir de precursores para el desarrollo de trastornos alimentarios. Un tercio de los jóvenes con obesidad que buscan tratamiento ya padecen trastornos alimentarios y se calcula que el 80% de estos jóvenes presentarán ansiedad a lo largo de su vida. Por lo tanto, la comorbilidad entre la depresión y los trastornos alimentarios está bien establecida. Además, se ha demostrado que la presencia de síntomas elevados de depresión en la obesidad predice la aparición de otros trastornos alimentarios, incluido el trastorno por bulimia o el síntoma de atracón. La presencia de estos factores interfiere en el tratamiento de la obesidad infantil y adolescente y su identificación puede ayudar a mejorar la adherencia a hábitos de vida saludables y, con ello, la prevención de complicaciones asociadas a la obesidad. El tratamiento de la obesidad infantil y adolescente es una prioridad médica y social por las repercusiones físicas y psicológicas que conlleva y la carga asistencial que supone para los servicios sanitarios.