La brucelosis, conocida por muchos nombres diferentes, como fiebre de Malta, fiebre de Chipre o mediterránea, fiebre tifoidea intermitente, fiebre del Peñón de Gibraltar y, más comúnmente, fiebre ondulante, es una de las enfermedades zoonóticas contagiosas y transmisibles más comunes, con altas tasas de morbilidad y esterilidad de por vida. La enfermedad de la brucelosis está distribuida por todo el planeta. La brucelosis está causada por especies de Brucella y suele transmitirse del animal al ser humano por contacto directo con la placenta, el feto, los fluidos fetales y las secreciones vaginales o subproductos (por ejemplo, leche, carne y queso) de animales infectados. Los profesionales sanitarios son víctimas frecuentes de la infección por Brucella, sobre todo en las regiones donde la enfermedad es prevalente. Las bacterias aéreas también siguen constituyendo una grave amenaza. Las bacterias aéreas también siguen siendo una grave amenaza de infección, ya sea por inhalación de organismos o a través de la conjuntiva. La brucelosis también se propaga por transmisión vertical, infectando a terneros recién nacidos y corderos en el útero.