El carcinoma de mama es infrecuente en mujeres jóvenes, constituyendo del 5% al 14% de los casos en algunas series y presenta un peor pronóstico, ya que el diagnóstico se realiza cuando la paciente es sintomática y, por tanto, ya ha progresado a un estadio más avanzado de la enfermedad. En consecuencia, se observa una mayor tasa de mortalidad y una menor supervivencia libre de enfermedad en comparación con las pacientes en el periodo posmenopáusico. La mayor vulnerabilidad de las mujeres jóvenes al diagnóstico avanzado se justifica por la falta de acciones de cribado y la dificultad en la lectura e interpretación de los resultados mamográficos debido a la elevada densidad mamaria. Otro factor que puede colaborar es la falsa percepción por parte de muchos profesionales sanitarios de que las mujeres jóvenes no tienen riesgo de desarrollar cáncer, devaluando los signos y síntomas iniciales de la enfermedad. Contribuyendo a un aumento de la incidencia en mujeres menores de 40 años en la última década. El cribado de mujeres jóvenes y la identificación de lesiones tempranas reduciría la posibilidad de mutilación y crearía la posibilidad de ofrecer tratamientos alternativos en los que se mantenga el contorno corporal y la autoestima, favoreciendo el bienestar de la paciente.