Aqu est n aquellas noches de Par s, llenas de mi fatiga de otros tiempos, de las alamedas, las avenidas y los paseos en la oscuridad; esas noches de hast o que viv con ins lito desenfado. Esta dedicatoria de Philippe Soupault al poeta Ren Laporte da el tono de Las ltimas noches de Par s, sin duda la m s hermosa y enigm tica de las nueve novelas de Soupault. Todo en ella est ba ado en la luz de los adioses; a cada momento, Par s se revela como una ciudad amenazada por una lluvia incesante que anuncia un diluvio y por el fuego de un nuevo Ner n que sue a con que el destino la convierta en otra Roma. Descartada la causalidad, la intriga se disuelve en un bullicio de se ales impenetrables, como sucede en las novelas negras de Raymond Chandler o de Dashiell Hammett. Como sombras a la deriva, escrutando en vano los or culos del azar, los personajes avanzan a trompicones de noche en noche y el narrador an nimo, tan parecido al autor, aguarda como una ltima esperanza la indecisa cat strofe que le permitir , por fin, escapar a la usura de los d as y los gestos. Esa esperanza vana y esa melancol a apocal ptica hacen de esta novela musical una especie de nocturno, pero tambi n la convierten en uno de los grandes libros premonitorios del fin de la d cada de 1920, que concluir a abruptamente con la crisis de 1929.