Catalina la Grande es considerada una de las figuras más influyentes y poderosas de la historia europea. Gobernó Rusia durante un periodo de inmenso crecimiento, en el que se crearon nuevas ciudades, universidades y teatros que favorecieron la inmigración europea y reconocieron a Rusia como una de las grandes potencias mundiales. A través de su filosofía de despotismo ilustrado, fomentó los avances de la ciencia y la cultura, que abrieron el potencial de los rusos de todo el mundo. Sin embargo, su reinado no estuvo exento de tumultos: el servicio militar obligatorio dependía en gran medida de la servidumbre y las rebeliones campesinas eran habituales. Sin embargo, incluso en medio de la agitación, instituyó reformas como la liberación de los nobles del servicio estatal con su Manifiesto y la creación de una institución de educación superior para mujeres, el Instituto Smolny de Doncellas Nobles, todas ellas señas de identidad de su legado actual. La brillantez y ambición inculcadas por Catalina han conformado la cultura rusa desde su muerte hace más de dos siglos.