Desde la detección de diatomeas en una muerte por ahogamiento por Revenstorff en 1904, la prueba de las diatomeas se ha utilizado como una herramienta importante en el diagnóstico de la muerte por ahogamiento y el lugar del ahogamiento. Se creía que la prueba de las diatomeas era el patrón oro para resolver el misterio del ahogamiento hasta que muchos investigadores afirmaron que también se habían encontrado diatomeas en varios órganos de muertes no ahogadas. Como las diatomeas son de tamaño muy pequeño, están omnipresentes en la naturaleza y también se encuentran en el suelo, las rocas, el aire inhalado, el pescado, los mariscos e incluso en la pasta de dientes, no se puede negar su entrada en la circulación humana por inhalación o ingestión según la fisiopatología normal. Teniendo en cuenta que existen más de 10.000 especies de diatomeas, es casi una tarea imposible identificar y comparar las diatomeas encontradas en órganos humanos y muestras de agua, no sólo para los patólogos forenses inexpertos, sino incluso para los limnólogos más experimentados. Al realizar el presente estudio en 150 sujetos y 750 muestras de tejido, se concluye que las diatomeas también se encuentran en muertes no por ahogamiento. Por lo tanto, la prueba de las diatomeas no debe utilizarse para diagnosticar muertes por ahogamiento a menos que se disponga de "Identificación y clasificación automática de diatomeas".