Uno de los temas más populares de la psicología en las dos últimas décadas ha sido la inteligencia emocional (IE). El interés por este tema se vio alimentado inicialmente por las pruebas que sugerían que la capacidad cognitiva por sí sola no es suficiente para el éxito (Zins et al., 2004). También nos hemos encontrado habitualmente con pruebas anecdóticas que demostraban que las personas podían obtener una alta puntuación en las pruebas de inteligencia tradicionales y, sin embargo, obtener malos resultados en otras áreas, como las relaciones sociales y el éxito laboral. Así pues, los investigadores en el campo de la IE se vieron impulsados por los intentos de ir más allá de la capacidad cognitiva para explicar el comportamiento y el éxito.