El estudio muestra una fuerza social fuertemente instituida respecto a concebir la educaci n inclusiva como un modelo impuesto desde la normativa, la cual convive con un curr culum estandarizado centrado en los resultados, pr cticas pedag gicas competitivas e individuales con relaciones profesionales tensas y jer rquicas. A esto se agrega formas de trabajo rutinario y normado con escaso margen a la reflexi n y creaci n pedag gica. Tambi n surgen como opacidades, voces divergentes y minoritarias de profesores que conciben la escuela como un escenario de autogesti n y de reconocimiento a la alteridad. Se destacan algunos imaginarios instituyentes y radicales que proyectan en sus aspiraciones ideas de una escuela nueva, en donde el reconocimiento del otro (profesor y estudiante) es una posibilidad de construcci n conjunta y aprendizaje m s all de los imperativos definidos por las voces oficiales.