La historia de las sociedades siempre ha sido la historia de los acontecimientos violentos que las han marcado. El siglo XX, por ejemplo, puede leerse a través de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, y de forma menos visible a través de la colonización y las guerras de independencia. Desde este punto de vista, la historia reciente de África es la expresión de varias décadas de violencia, de las cuales el genocidio ruandés es la más extrema. Para Colette Breackman, "el genocidio de Ruanda representa uno de los acontecimientos definitorios del final del siglo XX, no sólo en África Central, sino para toda la humanidad". Así pues, para Ruanda, objeto de nuestro debate, la violencia es uno de los principios fundadores de su historia política, social y cultural. La escritura es, pues, una huella, una memoria de la historia. Sin embargo, la historia parece oponerse a la escritura literaria. En general, se dice que las obras literarias contienen poco que se oponga a la realidad, sino más bien a lo imaginario, o incluso a la simulación. Este enfoque del texto literario se tambalea ahora un poco, si incluimos a los testigos.