Amaneces m s torpe que de costumbre. Te levantas pensando en ella, a n sientes la huella de su olor irresistible que prolonga la sensaci n de su presencia, anoche. Querr as verla hoy, pero no sabes d nde encontrarla: "Ah nos vemos" te ha dicho antes de irse, como si nada fuera haber entrechocado sus caderas durante horas, y arropado con su cuerpo el m o, despu s del vino. S . Es libre como el viento de las cinco que chicotea en su blusa buscando sus senos desnudos. Yo soy ese ansia del viento -me digo- Ella, no gusta ataduras ni citas previas, vive a la deriva; no s qu hace, ausente, excepto que a veces, al caer la noche, asoma a la ventana con su rostro hexagonal exornado de una sonrisa pedig e a que expresa su deseo de compartir un rato contigo. Le abres. Entra. Te mira con sus ojos inmensos mientras toma tu mano y la gu a hasta su cintura, zigzagea entre tu abrazo, para que la ci as, y te ofrece su olor alborotado de flor del baile, y sus labios sonrosados, carnosos, para que t le beses, muchas veces, sin prisa, que es joven la noche.