Una llamada de tel fono a la hora de comer. La voz del director de la sucursal bancaria con la que trabajas y un anuncio escalofriante: un juzgado acaba de ordenar el embargo de todas tus cuentas corrientes, dep sitos e inversiones financieras, por un total de casi seis millones de . Todo el dinero que posees te es arrebatado en ese mismo momento. Tambi n todos tus bienes y propiedades. Un embargo preventivo efectuado al mismo tiempo que su notificaci n, as de sencillo y terrible. La venta de unos terrenos familiares llevada a cabo en 1979 y un proceso judicial pr cticamente desconocido que, ahora, aparec a de improviso en nuestras vidas para truncarlas de manera brutal. Una toma de contacto inesperada con una realidad paralela que hab a de derribar los cimientos sobre los que se hab a edificado nuestro futuro. El inicio de un infausto periodo en el que nuestra vida y hacienda pasaba ya a estar en manos de jueces y abogados: los nuestros, intentando que sali ramos con bien de toda esta historia, y los de nuestros enemigos, luchando ferozmente por quitarnos hasta el ltimo c ntimo que pudi ramos tener. Ahora, inmersos en este proceso judicial instigado por nuestros enemigos, ya no importaba cu l hubiera sido la realidad de los hechos, s lo val a la verdad judicial que hab an ido conformando jueces y magistrados a trav s de los distintos autos y resoluciones dictados en a os anteriores; una verdad judicial absurda y disparatada, pero contra la que ya no se pod a hacer nada. "Conf o en la Justicia", oyes decir a algunas personas que se ven inmersas por primera vez en pleitos y procesos judiciales. Nosotros tambi n lo dijimos. Entras en contacto con el mundo de la justicia con la confianza natural de la persona inocente que no ha hecho nada malo y que mantiene en su fuero interno la creencia en la bondad y el buen criterio de jueces y magistrados. Luego, resoluciones judiciales que no compartes y que ni tan siquiera puedes llegar a entender, van haciendo que pierdas esta confianza, mientras se va apoderando de ti un sentimiento creciente de rabia e indignaci n ante la impotencia que te produce no poder hacer nada en una situaci n en la que t , ya, has pasado a ser un mero nombre en una serie de papeles en las que otros, jueces y abogados, hablan de ti y dictan resoluciones terribles que te sumen en la desesperaci n. Finalmente, cuando todo ha terminado y asumes tu situaci n, cuando analizas con frialdad los hechos y revisas los papeles del sumario, cuando descubres las mentiras y tergiversaciones que han ido configurando esa verdad judicial, es entonces, y s lo entonces, el momento en el que reconoces la miseria y podredumbre que anida en el comportamiento de muchos de estos personajes, y das paso a la indiferencia y al desprecio hacia todos ellos, jueces y magistrados, simples funcionarios investidos de un poder absoluto sobre la vida y la hacienda de los ciudadanos y sin m s obligaci n o responsabilidad que la que emana de su propio sentido de la justicia y la simple argumentaci n de sus fallos. Y en paralelo con estos avatares judiciales el drama personal que se deriva de ellos, la tragedia de personas normales y corrientes que pasan a ser proscritos en la sociedad, sin atisbo alguno de esperanza y sin m s horizonte que eludir la acci n de sus enemigos hasta que con la muerte puedan poner fin a este calvario, un calvario del que solo podr n escapar sus hijos repudiando la herencia de sus padres. Juzgue el lector por s mismo cu l es la realidad de esta historia y haga su propia valoraci n de los hechos. Sorpr ndase con unas resoluciones judiciales inexplicables y aprenda a desconfiar siempre de la justicia. Rece porque sta nunca se cruce en su camino y si, alguna vez, as sucediera, tenga muy claro que la realidad de los hechos va a ser manipulada por abogados e interpretada por jueces, encomi ndese entonces al Esp ritu Santo y rece para que los tribunales le den la raz n a Vd.