En nuestra contemporaneidad, se hace cada vez más evidente la dinámica global de un estado de excepción permanente cuya propagación inició desde de los sedicentes Estados occidentales, con la declaración manifiesta de una "guerra contra el terrorismo". En este marco, el cuerpo del Derecho Internacional Humanitario (DIH) se ha erigido como un instrumento al que han acudido, especialmente, las potencias de Occidente, en aras de estructurar, según sus intereses, una máquina jurídico-política internacional que determine los correspondientes entramados jurídico-políticos de los Estados periféricos que sufren su influencia. En un ambiente (reconocido) de guerra global y permanente, el DIH -de acuerdo a sus preceptos- debería ser aplicado, sin limitaciones de excepcionalidad, en todo lugar y momento.