Tener un sentido de la historia, del pasado, es una guía y, de hecho, una luz que ilumina y alumbra el presente y dirige su atención hacia las posibilidades del futuro. Sin un conocimiento adecuado de la historia, que es tanto el registro escrito como la tradición oral de los acontecimientos, nuestra historia contemporánea puede quedar fácilmente desconectada y distorsionada. Como afirma Santayana, "los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo". Un fundamento sólido y sustancial de la vida es una inversión a largo plazo, una solución a largo plazo para los tiempos turbulentos. Para los cristianos, ese fundamento se basa en la palabra de Dios que emana a través de la Historia de Israel. Nuestros patriarcas, nuestros padres en la fe, nos ofrecen un fundamento sustancial para nuestra fe. Ellos pasaron por "turbulencias", que fueron muy sostenidas por su fuerte fe. Son una garantía para nosotros y para nuestras futuras generaciones, ya que nosotros somos sus peldaños en la fe; por lo tanto, forman parte de la historia del cristianismo, ya que se basa en la historia de Israel.