Costa de Marfil, país de bosques y sabanas, experimenta desde hace más de cincuenta años una importante vulnerabilidad de sus condiciones bioclimáticas. En correlación con la variabilidad climática, observamos una modificación de la dinámica de la cubierta vegetal. Desde la década de 1960, se han registrado cambios medioambientales en interacción con la elevada movilidad espacial de las poblaciones rurales. Esta movilidad de la población se caracterizará por una fuerte presión sobre la tierra, lo que provocará una escasez de tierras fértiles. Esta situación de escasez de tierras fértiles provocará la necesidad de recuperar el potencial agronómico de los suelos cultivables. Así pues, la práctica de la agrosilvicultura en las prácticas agrícolas se hace necesaria para restaurar el potencial agronómico de los suelos cultivables. De hecho, las zonas de alta pluviosidad constituyen áreas de crecimiento espacial y de conquista para los agricultores que buscan nuevos espacios forestales. Es el caso del bosque clasificado de Bouaflé, sometido desde entonces a todo tipo de presiones antrópicas.