Los años noventa vieron surgir dos fenómenos juveniles aparentemente distantes. Por un lado, la aparición de la música tecno fue el vector de la emergencia de una subcultura original y brillante, que giraba en torno a acontecimientos festivos con un fuerte potencial transformador. Sin ser una "religión", el fenómeno techno contiene dimensiones religiosas que son evidentes y que incluso son reivindicadas por los actores. Por otra parte, ha surgido un nuevo movimiento político de protesta para denunciar los excesos de la globalización económica, inventando en el proceso un lenguaje radicalmente nuevo que continúa hoy con los movimientos de los Indignados y Occupy. Rompiendo con el imaginario y las prácticas de protesta heredadas de la posguerra y basadas en la confrontación y la toma del poder, el altermundialismo ha inventado modos de movilización carnavalescos y festivos, imprevisibles y coloristas. ¿Qué significa esta doble irrupción de lo festivo en los márgenes de la cultura? El análisis de estos dos fenómenos muestra una profunda mutación tanto de lo religioso como de lo político en nuestras sociedades, ahora bañadas por el mercado y moldeadas por el consumismo.