El curso de los procesos an micos es regulado autom ticamente por el principio del placer. El placer y el displacer pueden relacionarse con la cantidad de excitaci n existente en la vida an mica, correspondiendo el displacer a una elevaci n y el placer a una disminuci n de la cantidad de dicha excitaci n. Como dijo Fechner: "Cada movimiento psicof sico que traspasa el umbral de la conciencia se halla tanto m s revestido de placer cuanto m s se acerca a la completa estabilidad o el displacer cuanto m s se aleja de la misma" Por ello se puede decir que la vida ps quica es regida por el principio del placer, ya que una de las tendencias del aparato an mico es la de conservar lo m s bajo posible o, al menos constante, la cantidad de excitaci n en l existente. Por eso, elevar la cantidad de excitaci n conllevar a un sentido antifuncional, es decir, el displacer M s all del principio de placer" est escrito con un estilo singular pues a partir del cuarto cap tulo Freud, desde su inmensa curiosidad cient fica, plantea a nivel de premisas especulativas conceptos controversiales y enigm ticos. Lanza a volar ciertas ideas con el nico prop sito de seguir su derrotero, para ver a d nde llevan. De entrada derriba el fundamento de la fenomenolog a cuando advierte que "la conciencia no puede ser el car cter m s universal de los procesos an micos, sino s lo una funci n particular de ellos." Sugiere conceptos atrevidos, complejos, utiliza fantas as c smicas para dar valor biol gico a sus nueva teor a pulsional (las relaciones de la Tierra con el Sol), y extrapola desde la embriolog a y la metabiolog a a lo ps quico ( la barrera anti est mulo de los protozoos), y luego, en el mismo texto, pone en duda sus propias conclusiones. Aparece un Freud al que no hab amos estado acostumbrados, un Freud que se basa tambi n en la gen tica (como se le entend a al momento), en el Darwinismo, en la mitolog a. Es evidente que "M s all del principio de placer" nos da muestra del profundo intento de Freud por comprender varios asuntos a n irresueltos para l, y nos invita a compartir su intimidad. As , van apareciendo en el texto varios protagonistas: el juego "Fort-Da" de su nieto Ernst ejemplificando la compulsi n de repetici n; las grandes dificultades con las que Freud se topa en la cl nica psicoanal tica; los adeudos amorosos con Wilhelm Fliess; las concesiones a fil sofos como Schopenhauer, y sus perennes cuestionamientos ante la muerte y la destructividad, entre otros temas m s. Cada una de estas articulaciones sin duda merece un estudio independiente, y en conjunto un an lisis hist rico cr tico que pudiera dar cuenta de las circunstancias de la vida de Freud, del Zeitgeist, de los antecedentes conceptuales y de las influencias posteriores de "M s all del principio de placer.