Desde los albores del milenio, la migración irregular juvenil ha acaparado la atención pública tanto a través de una amplia cobertura mediática como de trabajos académicos. Desde una perspectiva centrada en el Estado, Eritrea ha sido calificada como "un país cuyos ciudadanos quieren olvidar". Tales narraciones y discursos invocan las violaciones de los derechos civiles y políticos que las élites político-militares represivas eritreas han ejercido desde 2001 como principales culpables de la tragedia humana que los jóvenes migrantes irregulares eritreos experimentan durante, en ruta y después de su huida en busca de protección y una vida plena. Sorprendentemente, estas narrativas suelen describir que todos los jóvenes eritreos -independientemente de su género y otros ejes de diferenciación- son "expulsados" debido a la violencia indiscriminada del Estado.