Alexis Soto Ram rez sabe que el poeta es un almac n de recuerdos, la memoria que se va destejiendo lentamente, mientras observa la circunstancia de la hormiga, porque el obst culo que ella enfrenta en su camino, la min scula piedra que debe rodear, representa nuestro propio conflicto existencial. Pero su tarea es dominar el lenguaje de la ostra y descifrar los cometas en las praderas de la imagen. Nada le es ajeno al poeta, atento a la l grima invisible de la hormiga y al sue o del caballo trotando en una llanura infinita, hacia el sitio inefable donde nos conduce este libro m gico, que seduce con su discurso fluente desde la duermevela del recuerdo, "esa breve pelusa que empuja el aire vacilando entre las palmas y la desventura de los cerros, en la dulce avenida por la que resbala una luz, esa circunstancia de la memoria".

Ojal el lector atienda esta invitaci n, ojal escuche la voz de Alexis, su deseo de fraguar un puente infinito, su canto desde "la perfecta redondez de las palabras", ojal no sea ajeno a su clamor: "ojal se quiebren los oscuros puentes por donde huye la esperanza".