Poesia Completa
Autor Jorge Luis Borgeses Limba Spaniolă Paperback – 3 sep 2012
Además de extraordinario narrador y ensayista, Jorge Luis Borges fue un excelente poeta. De hecho, puede decirse que la poesía es el alma de su obra. Indisociable de sus cuentos y ensayos, estos poemas son parte indispensable del universo borgiano y constituyen una indagación paralela a los asuntos que siempre le apasionaron: los libros, la memoria, los laberintos, los espejos, el amor o la eternidad. De los poemas que integran esta fantástica colección cabe destacar “El mar”, “Arte poética”, “El laberinto”, “Límites” y su primer libro de poesía Fervor de Buenos Aires, entre otros muchos. Dueño de un fino oído y una impresionante capacidad para crear imágenes memorables, Borges revive en sus grandes poemas la intensidad que recorre la gran tradición occidental desde Homero hasta Eliot. En palabras del propio Borges: “Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto”.
“La deuda que tenemos contraída con él quienes escribimos en español es enorme”. —Mario Vargas Llosa
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Specificații
ISBN-13: 9780307743503
ISBN-10: 0307743500
Pagini: 656
Dimensiuni: 130 x 201 x 30 mm
Greutate: 0.43 kg
Editura: Vintage Espanol
ISBN-10: 0307743500
Pagini: 656
Dimensiuni: 130 x 201 x 30 mm
Greutate: 0.43 kg
Editura: Vintage Espanol
Cuprins
ÍNDICE
Dedicatoria
Prólogo
FERVOR DE BUENOS AIRES (1923)
Prólogo
A quien leyere
La Recoleta
El Sur
Calle desconocida
La plaza San Martín
El truco
Un patio
Inscripción sepulcral
La rosa
Barrio recuperado
Sala vacía
Rosas
Final de año
Carnicería
Arrabal
Remordimiento por cualquier muerte
Jardín
Inscripción en cualquier sepulcro
La vuelta
Afterglow
Amanecer
Benarés
Ausencia
Llaneza
Caminata
La noche de San Juan
Cercanías
Sábados
Trofeo
Atardeceres
Campos atardecidos
Despedida
Líneas que pude haber escrito y perdido hacia 1922
Notas
LUNA DE ENFRENTE (1925)
Prólogo
Calle con almacén rosado
Al horizonte de un suburbio
Una despedida
Amorosa anticipación
El general Quiroga va en coche al muere
Jactancia de quietud
Montevideo
Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad
Singladura
Dakar
La promisión en alta mar
Casi juicio final
Mi vida entera
Último sol en Villa Luro
Versos de catorce
CUADERNO SAN MARTÍN (1929)
Prólogo
Fundación mítica de Buenos Aires
Elegía de los portones
Curso de los recuerdos
Isidoro Acevedo
La noche que en el Sur lo velaron
Muertes de Buenos Aires
II. La Chacarita
II. La Recoleta
A Francisco López Merino
Barrio Norte
El paseo de Julio
EL HACEDOR (1960)
A Leopoldo Lugones
Poema de los dones
El reloj de arena
Ajedrez
Los espejos
Elvira de Alvear
Susana Soca
La luna
La lluvia
A la efigie de un capitán de los ejércitos de Cromwell
A un viejo poeta
El otro tigre
Blind Pew
Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos
Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges (1833-1874)
In memoriam A. R.
Los Borges
A Luis de Camoens
Mil novecientos veintitantos
Oda compuesta en 1960
Ariosto y los árabes
Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona
Lucas, XXIII
Adrogué
Arte poética
MUSEO
Cuarteta
Límites
El poeta declara su nombradía
El enemigo generoso
Le regret d’Héraclite
Epílogo
EL OTRO, EL MISMO (1964)
Prólogo
Insomnio
Two English Poems
La noche cíclica
Del Infierno y del Cielo
Poema conjetural
Poema del cuarto elemento
A un poeta menor de la antología
Página para recordar al coronel Suárez, vencedor en Junín
Mateo, XXV, 30
Una brújula
Una llave en Salónica
Un poeta del siglo XIII
Un soldado de Urbina
Límites
Baltasar Gracián
Un sajón (449 A.D.)
El Golem
El tango
El otro
Una rosa y Milton
Lectores
Juan, I, 14
El despertar
A quien ya no es joven
Alexander Selkirk
Odisea, libro vigésimo tercero
Él
Sarmiento
A un poeta menor de 1899
Texas
Composición escrita en un ejemplar de la Gesta de Beowulf
Hengist Cyning
Fragmento
A una espada en York Minster
A un poeta sajón
Snorri Sturluson (1179-1241)
A Carlos XII
Emanuel Swedenborg
Jonathan Edwards (1703-1785)
Emerson
Edgar Allan Poe
Camden, 1892
París, 1856
Rafael Cansinos-Assens
Los enigmas
El instante
Al vino
Soneto del vino
1964
El hambre
El forastero
A quien está leyéndome
El alquimista
Alguien
Everness
Ewigkeit
Edipo y el enigma
Spinoza
España
Elegía
Adam Cast Forth
A una moneda
Otro poema de los dones
Oda escrita en 1966
El sueño
Junín
Un soldado de Lee (1862)
El mar
Una mañana de 1649
A un poeta sajón
Buenos Aires
Buenos Aires
Al hijo
El puñal
Los compadritos muertos
PARA LAS SEIS CUERDAS (1965)
Prólogo
Milonga de dos hermanos
¿Dónde se habrán ido?
Milonga de Jacinto Chiclana
Milonga de don Nicanor Paredes
Un cuchillo en el Norte
El títere
Milonga de los morenos
Milonga para los orientales
Milonga de Albornoz
Milonga de Manuel Flores
Milonga de Calandria
ELOGIO DE LA SOMBRA (1969)
Prólogo
Juan, I, 14
Heráclito
Cambridge
New England, 1967
James Joyce
The Unending Gift
Mayo 20, 1928
Ricardo Güiraldes
El laberinto
Laberinto
A cierta sombra, 1940
Las cosas
Rubaiyat
A Israel
Israel
Junio, 1968
El guardián de los libros
Los gauchos
Acevedo
Invocación a Joyce
Israel, 1969
Dos versiones de Ritter, Tod und Teufel
Buenos Aires
Fragmentos de un evangelio apócrifo
Un lector
Elogio de la sombra
EL ORO DE LOS TIGRES (1972)
Prólogo
Tamerlán (1336-1405)
El pasado
Tankas
Susana Bombal
A John Keats (1795-1821)
On his Blindness
La busca
Lo perdido
J. M.
Religio Medici, 1643
1971
Cosas
El amenazado
El gaucho
Tú
Poema de la cantidad
El centinela
Al idioma alemán
Al triste
El mar
Al primer poeta de Hungría
El advenimiento
La tentación
1891
1929
Hengist quiere hombres (449 A.D.)
A Islandia
A un gato
East Lansing
Al coyote
El oro de los tigres
Notas
LA ROSA PROFUNDA (1975)
Prólogo
Yo
Cosmogonía
El sueño
Browning resuelve ser poeta
Inventario
La pantera
El bisonte
El suicida
Espadas
Al ruiseñor
Soy
Quince monedas
Simón Carbajal
Sueña Alonso Quijano
A un césar
Proteo
Otra versión de Proteo
Un mañana
Habla un busto de Jano
De que nada se sabe
Brunanburh, 937 A.D.
El ciego
Un ciego
1972
Elegía
All Our Yesterdays
El desterrado (1977)
En memoria de Angélica
Al espejo
Mis libros
Talismanes
El testigo
Efialtes
El Oriente
La cierva blanca
The Unending Rose
Notas
LA MONEDA DE HIERRO (1976)
Prólogo
Elegía del recuerdo imposible
Coronel Suárez
La pesadilla
La víspera
Una llave en East Lansing
Elegía de la Patria
Hilario Ascasubi (1807-1875)
México
El Perú
A Manuel Mujica Lainez
El inquisidor
El conquistador
Herman Melville
El ingenuo
La luna
A Johannes Brahms
El fin
A mi padre
La suerte de la espada
El remordimiento
Einar Tambarskelver
En Islandia el alba
Olaus Magnus (1490-1558)
Los ecos
Unas monedas
Baruch Spinoza
Para una versión del I King
Ein Traum
Juan Crisóstomo Lafinur (1797-1824)
Heráclito
La clepsidra
No eres los otros
Signos
La moneda de hierro
Notas
HISTORIA DE LA NOCHE (1977)
Inscripción
Alejandría, 641 A.D.
Alhambra
Metáforas de Las mil y una noches
Alguien
Caja de música
El tigre
Leones
Endimión en Latmos
Un escolio
Ni siquiera soy polvo
Islandia
Gunnar Thorgilsson (1816-1879)
Un libro
El juego
Milonga del forastero
El condenado
Buenos Aires, 1899
El caballo
El grabado
Things that Might Have Been
El enamorado
G. A. Bürger
La espera
El espejo
A Francia
Manuel Peyrou
The Thing I Am
Un sábado
Las causas
Adán es tu ceniza
Historia de la noche
Epílogo
Notas
LA CIFRA (1981)
Inscripción
Prólogo
Ronda
El acto del libro
Descartes
Las dos catedrales
Beppo
Al adquirir una enciclopedia
Aquél
Eclesiastés, I, 9
Dos formas del insomnio
The Cloisters
Nota para un cuento fantástico
Epílogo
Buenos Aires
La prueba
Himno
La dicha
Elegía
Blake
El hacedor
Yesterdays
La trama
Milonga de Juan Muraña
Andrés Armoa
El tercer hombre
Nostalgia del presente
El ápice
Poema
El ángel
El sueño
Un sueño
Inferno, V, 129
Correr o ser
La fama
Los justos
El cómplice
El espía
El desierto
El bastón de laca
A cierta isla
El go
Shinto
El forastero
Diecisiete haiku
Nihon
La cifra
Unas notas
LOS CONJURADOS (1985)
Inscripción
Prólogo
Cristo en la cruz
Doomsday
César
Tríada
La trama
Reliquias
Son los ríos
La joven noche
La tarde
Elegía
Abramowicz
Fragmentos de una tablilla de barro descifrada por Edmund Bishop en 1867
Elegía de un parque
La suma
Alguien sueña
Alguien soñará
Sherlock Holmes
Un lobo
Midgarthormr
Nubes
On his Blindness
El hilo de la fábula
Posesión del ayer
Enrique Banchs
Sueño soñado en Edimburgo
Las hojas del ciprés
Ceniza
Haydée Lange
Otro fragmento apócrifo
La larga busca
De la diversa Andalucía
Góngora
Todos los ayeres, un sueño
Piedras y Chile
Milonga del infiel
Milonga del muerto
1982
Juan López y John Ward
Los conjurados
Dedicatoria
Prólogo
FERVOR DE BUENOS AIRES (1923)
Prólogo
A quien leyere
La Recoleta
El Sur
Calle desconocida
La plaza San Martín
El truco
Un patio
Inscripción sepulcral
La rosa
Barrio recuperado
Sala vacía
Rosas
Final de año
Carnicería
Arrabal
Remordimiento por cualquier muerte
Jardín
Inscripción en cualquier sepulcro
La vuelta
Afterglow
Amanecer
Benarés
Ausencia
Llaneza
Caminata
La noche de San Juan
Cercanías
Sábados
Trofeo
Atardeceres
Campos atardecidos
Despedida
Líneas que pude haber escrito y perdido hacia 1922
Notas
LUNA DE ENFRENTE (1925)
Prólogo
Calle con almacén rosado
Al horizonte de un suburbio
Una despedida
Amorosa anticipación
El general Quiroga va en coche al muere
Jactancia de quietud
Montevideo
Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad
Singladura
Dakar
La promisión en alta mar
Casi juicio final
Mi vida entera
Último sol en Villa Luro
Versos de catorce
CUADERNO SAN MARTÍN (1929)
Prólogo
Fundación mítica de Buenos Aires
Elegía de los portones
Curso de los recuerdos
Isidoro Acevedo
La noche que en el Sur lo velaron
Muertes de Buenos Aires
II. La Chacarita
II. La Recoleta
A Francisco López Merino
Barrio Norte
El paseo de Julio
EL HACEDOR (1960)
A Leopoldo Lugones
Poema de los dones
El reloj de arena
Ajedrez
Los espejos
Elvira de Alvear
Susana Soca
La luna
La lluvia
A la efigie de un capitán de los ejércitos de Cromwell
A un viejo poeta
El otro tigre
Blind Pew
Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos
Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges (1833-1874)
In memoriam A. R.
Los Borges
A Luis de Camoens
Mil novecientos veintitantos
Oda compuesta en 1960
Ariosto y los árabes
Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona
Lucas, XXIII
Adrogué
Arte poética
MUSEO
Cuarteta
Límites
El poeta declara su nombradía
El enemigo generoso
Le regret d’Héraclite
Epílogo
EL OTRO, EL MISMO (1964)
Prólogo
Insomnio
Two English Poems
La noche cíclica
Del Infierno y del Cielo
Poema conjetural
Poema del cuarto elemento
A un poeta menor de la antología
Página para recordar al coronel Suárez, vencedor en Junín
Mateo, XXV, 30
Una brújula
Una llave en Salónica
Un poeta del siglo XIII
Un soldado de Urbina
Límites
Baltasar Gracián
Un sajón (449 A.D.)
El Golem
El tango
El otro
Una rosa y Milton
Lectores
Juan, I, 14
El despertar
A quien ya no es joven
Alexander Selkirk
Odisea, libro vigésimo tercero
Él
Sarmiento
A un poeta menor de 1899
Texas
Composición escrita en un ejemplar de la Gesta de Beowulf
Hengist Cyning
Fragmento
A una espada en York Minster
A un poeta sajón
Snorri Sturluson (1179-1241)
A Carlos XII
Emanuel Swedenborg
Jonathan Edwards (1703-1785)
Emerson
Edgar Allan Poe
Camden, 1892
París, 1856
Rafael Cansinos-Assens
Los enigmas
El instante
Al vino
Soneto del vino
1964
El hambre
El forastero
A quien está leyéndome
El alquimista
Alguien
Everness
Ewigkeit
Edipo y el enigma
Spinoza
España
Elegía
Adam Cast Forth
A una moneda
Otro poema de los dones
Oda escrita en 1966
El sueño
Junín
Un soldado de Lee (1862)
El mar
Una mañana de 1649
A un poeta sajón
Buenos Aires
Buenos Aires
Al hijo
El puñal
Los compadritos muertos
PARA LAS SEIS CUERDAS (1965)
Prólogo
Milonga de dos hermanos
¿Dónde se habrán ido?
Milonga de Jacinto Chiclana
Milonga de don Nicanor Paredes
Un cuchillo en el Norte
El títere
Milonga de los morenos
Milonga para los orientales
Milonga de Albornoz
Milonga de Manuel Flores
Milonga de Calandria
ELOGIO DE LA SOMBRA (1969)
Prólogo
Juan, I, 14
Heráclito
Cambridge
New England, 1967
James Joyce
The Unending Gift
Mayo 20, 1928
Ricardo Güiraldes
El laberinto
Laberinto
A cierta sombra, 1940
Las cosas
Rubaiyat
A Israel
Israel
Junio, 1968
El guardián de los libros
Los gauchos
Acevedo
Invocación a Joyce
Israel, 1969
Dos versiones de Ritter, Tod und Teufel
Buenos Aires
Fragmentos de un evangelio apócrifo
Un lector
Elogio de la sombra
EL ORO DE LOS TIGRES (1972)
Prólogo
Tamerlán (1336-1405)
El pasado
Tankas
Susana Bombal
A John Keats (1795-1821)
On his Blindness
La busca
Lo perdido
J. M.
Religio Medici, 1643
1971
Cosas
El amenazado
El gaucho
Tú
Poema de la cantidad
El centinela
Al idioma alemán
Al triste
El mar
Al primer poeta de Hungría
El advenimiento
La tentación
1891
1929
Hengist quiere hombres (449 A.D.)
A Islandia
A un gato
East Lansing
Al coyote
El oro de los tigres
Notas
LA ROSA PROFUNDA (1975)
Prólogo
Yo
Cosmogonía
El sueño
Browning resuelve ser poeta
Inventario
La pantera
El bisonte
El suicida
Espadas
Al ruiseñor
Soy
Quince monedas
Simón Carbajal
Sueña Alonso Quijano
A un césar
Proteo
Otra versión de Proteo
Un mañana
Habla un busto de Jano
De que nada se sabe
Brunanburh, 937 A.D.
El ciego
Un ciego
1972
Elegía
All Our Yesterdays
El desterrado (1977)
En memoria de Angélica
Al espejo
Mis libros
Talismanes
El testigo
Efialtes
El Oriente
La cierva blanca
The Unending Rose
Notas
LA MONEDA DE HIERRO (1976)
Prólogo
Elegía del recuerdo imposible
Coronel Suárez
La pesadilla
La víspera
Una llave en East Lansing
Elegía de la Patria
Hilario Ascasubi (1807-1875)
México
El Perú
A Manuel Mujica Lainez
El inquisidor
El conquistador
Herman Melville
El ingenuo
La luna
A Johannes Brahms
El fin
A mi padre
La suerte de la espada
El remordimiento
Einar Tambarskelver
En Islandia el alba
Olaus Magnus (1490-1558)
Los ecos
Unas monedas
Baruch Spinoza
Para una versión del I King
Ein Traum
Juan Crisóstomo Lafinur (1797-1824)
Heráclito
La clepsidra
No eres los otros
Signos
La moneda de hierro
Notas
HISTORIA DE LA NOCHE (1977)
Inscripción
Alejandría, 641 A.D.
Alhambra
Metáforas de Las mil y una noches
Alguien
Caja de música
El tigre
Leones
Endimión en Latmos
Un escolio
Ni siquiera soy polvo
Islandia
Gunnar Thorgilsson (1816-1879)
Un libro
El juego
Milonga del forastero
El condenado
Buenos Aires, 1899
El caballo
El grabado
Things that Might Have Been
El enamorado
G. A. Bürger
La espera
El espejo
A Francia
Manuel Peyrou
The Thing I Am
Un sábado
Las causas
Adán es tu ceniza
Historia de la noche
Epílogo
Notas
LA CIFRA (1981)
Inscripción
Prólogo
Ronda
El acto del libro
Descartes
Las dos catedrales
Beppo
Al adquirir una enciclopedia
Aquél
Eclesiastés, I, 9
Dos formas del insomnio
The Cloisters
Nota para un cuento fantástico
Epílogo
Buenos Aires
La prueba
Himno
La dicha
Elegía
Blake
El hacedor
Yesterdays
La trama
Milonga de Juan Muraña
Andrés Armoa
El tercer hombre
Nostalgia del presente
El ápice
Poema
El ángel
El sueño
Un sueño
Inferno, V, 129
Correr o ser
La fama
Los justos
El cómplice
El espía
El desierto
El bastón de laca
A cierta isla
El go
Shinto
El forastero
Diecisiete haiku
Nihon
La cifra
Unas notas
LOS CONJURADOS (1985)
Inscripción
Prólogo
Cristo en la cruz
Doomsday
César
Tríada
La trama
Reliquias
Son los ríos
La joven noche
La tarde
Elegía
Abramowicz
Fragmentos de una tablilla de barro descifrada por Edmund Bishop en 1867
Elegía de un parque
La suma
Alguien sueña
Alguien soñará
Sherlock Holmes
Un lobo
Midgarthormr
Nubes
On his Blindness
El hilo de la fábula
Posesión del ayer
Enrique Banchs
Sueño soñado en Edimburgo
Las hojas del ciprés
Ceniza
Haydée Lange
Otro fragmento apócrifo
La larga busca
De la diversa Andalucía
Góngora
Todos los ayeres, un sueño
Piedras y Chile
Milonga del infiel
Milonga del muerto
1982
Juan López y John Ward
Los conjurados
Notă biografică
Considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX en cualquier idioma, la obra de Jorge Luis Borges continúa inspirando a nuevas generaciones de lectores gracias al deslumbrante poder de sus imágenes y la inmensa profundidad de sus temas.
Extras
PRÓLOGO
Este prólogo podría denominarse la estética de Berkeley, no porque la haya profesado el metafísico irlandés ߝuna de las personas más queribles que en la memoria de los hombres perduranߝ, sino porque aplica a las letras el argumento que éste aplicó a la realidad. El sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente (diría yo) la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura. Esto acaso no es nuevo, pero a mis años las novedades importan menos que la verdad.
La literatura impone su magia por artificios; el lector acaba por reconocerlos y desdeñarlos; de ahí la constante necesidad de mínimas o máximas variaciones, que pueden recuperar un pasado o prefigurar un porvenir.
He compilado en este volumen toda mi obra poética, salvo algún ejercicio cuya omisión nadie deplorará o notará y que (como de ciertos cuentos de Las mil y una noches dijo el arabista Edward William Lane) no podía ser purificado sin destrucción. He limado algunas fealdades, algún exceso de hispanismo o argentinismo, pero en general, he preferido resignarme a los diversos o monótonos Borges de 1923, 1925, 1929, 1960, 1964, 1969 así como al de 1976 y 1977. Esta suma incluye un breve apéndice o museo de poesías apócrifas.
Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman.
Tres suertes puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas.
Si el tercero fuera mi caso yo querría sobrevivir en el «Poema conjetural», en el «Poema de los dones», en «Everness», en «El Golem» y en «Límites». Pero toda poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo habla de la subconsciencia o, lo que aún es menos hermoso, de lo subconsciente; los griegos invocaban la musa, los hebreos el Espíritu Santo; el sentido es el mismo.
J. L. B.
FERVOR DE BUENOS AIRES
(1923)
PRÓLOGO
No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado
asperezas, he tachado sensiblerías y vaguedades y, en el decurso de
esta labor a veces grata y otras veces incómoda, he sentido que aquel
muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente ߝ¿qué significa
esencialmente?ߝ el señor que ahora se resigna o corrige. Somos
el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas
literarias y de sus dogmas; los dos somos devotos de Schopenhauer,
de Stevenson y de Whitman. Para mí, Fervor de Buenos Aires prefigura
todo lo que haría después. Por lo que dejaba entrever, por lo
que prometía de algún modo, lo aprobaron generosamente Enrique
Díez-Canedo y Alfonso Reyes.
Como los de 1969, los jóvenes de 1923 eran tímidos. Temerosos
de una íntima pobreza, trataban como ahora de escamotearla bajo
inocentes novedades ruidosas. Yo, por ejemplo, me propuse demasiados
fines: remedar ciertas fealdades (que me gustaban) de Miguel
de Unamuno, ser un escritor español del siglo XVII, ser Macedonio
Fernández, descubrir las metáforas que Lugones ya había descubierto,
cantar un Buenos Aires de casas bajas y, hacia el poniente o hacia
el Sur, de quintas con verjas.
En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha;
ahora, las mañanas, el centro y la serenidad.
J. L. B.
Buenos Aires, 18 de agosto de 1969
A quien leyere
Si las páginas de este libro consienten algún
verso feliz, perdóneme el lector la descortesía
de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras
nadas poco difieren; es trivial y fortuita la
circunstancia de que seas tú el lector de estos
ejercicios, y yo su redactor.
J. L. B.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
EL SUR
Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de sombra haber mirado
esas luces dispersas,
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
ߝesas cosas, acaso, son el poema.
Este prólogo podría denominarse la estética de Berkeley, no porque la haya profesado el metafísico irlandés ߝuna de las personas más queribles que en la memoria de los hombres perduranߝ, sino porque aplica a las letras el argumento que éste aplicó a la realidad. El sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente (diría yo) la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura. Esto acaso no es nuevo, pero a mis años las novedades importan menos que la verdad.
La literatura impone su magia por artificios; el lector acaba por reconocerlos y desdeñarlos; de ahí la constante necesidad de mínimas o máximas variaciones, que pueden recuperar un pasado o prefigurar un porvenir.
He compilado en este volumen toda mi obra poética, salvo algún ejercicio cuya omisión nadie deplorará o notará y que (como de ciertos cuentos de Las mil y una noches dijo el arabista Edward William Lane) no podía ser purificado sin destrucción. He limado algunas fealdades, algún exceso de hispanismo o argentinismo, pero en general, he preferido resignarme a los diversos o monótonos Borges de 1923, 1925, 1929, 1960, 1964, 1969 así como al de 1976 y 1977. Esta suma incluye un breve apéndice o museo de poesías apócrifas.
Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman.
Tres suertes puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas.
Si el tercero fuera mi caso yo querría sobrevivir en el «Poema conjetural», en el «Poema de los dones», en «Everness», en «El Golem» y en «Límites». Pero toda poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo habla de la subconsciencia o, lo que aún es menos hermoso, de lo subconsciente; los griegos invocaban la musa, los hebreos el Espíritu Santo; el sentido es el mismo.
J. L. B.
FERVOR DE BUENOS AIRES
(1923)
PRÓLOGO
No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado
asperezas, he tachado sensiblerías y vaguedades y, en el decurso de
esta labor a veces grata y otras veces incómoda, he sentido que aquel
muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente ߝ¿qué significa
esencialmente?ߝ el señor que ahora se resigna o corrige. Somos
el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas
literarias y de sus dogmas; los dos somos devotos de Schopenhauer,
de Stevenson y de Whitman. Para mí, Fervor de Buenos Aires prefigura
todo lo que haría después. Por lo que dejaba entrever, por lo
que prometía de algún modo, lo aprobaron generosamente Enrique
Díez-Canedo y Alfonso Reyes.
Como los de 1969, los jóvenes de 1923 eran tímidos. Temerosos
de una íntima pobreza, trataban como ahora de escamotearla bajo
inocentes novedades ruidosas. Yo, por ejemplo, me propuse demasiados
fines: remedar ciertas fealdades (que me gustaban) de Miguel
de Unamuno, ser un escritor español del siglo XVII, ser Macedonio
Fernández, descubrir las metáforas que Lugones ya había descubierto,
cantar un Buenos Aires de casas bajas y, hacia el poniente o hacia
el Sur, de quintas con verjas.
En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha;
ahora, las mañanas, el centro y la serenidad.
J. L. B.
Buenos Aires, 18 de agosto de 1969
A quien leyere
Si las páginas de este libro consienten algún
verso feliz, perdóneme el lector la descortesía
de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras
nadas poco difieren; es trivial y fortuita la
circunstancia de que seas tú el lector de estos
ejercicios, y yo su redactor.
J. L. B.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
EL SUR
Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de sombra haber mirado
esas luces dispersas,
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
ߝesas cosas, acaso, son el poema.