Actualmente nos enfrentamos a un momento histórico de crisis de salud mental en todo el mundo, con reflejos tanto en la ciencia como en la política. Es evidente que el paradigma actual de la biología moderna, a saber, el neodarwinismo y su aplicación a la medicina y la salud pública, muestran signos alarmantes de agotamiento y daños iatrogénicos para los seres humanos y la ecología planetaria. En ningún otro campo esta contradicción se hace tan patente como en la salud mental pública. Asistimos al crecimiento de una pandemia de enfermedades mentales que el propio sistema científico contribuye a construir y es incapaz de gestionar. El uso excesivo, generalizado y mundial de medicación psicotrópica, los alarmantes informes de graves efectos secundarios iatrogénicos; los crecientes niveles de violencia, genocidio; las guerras que surgen en todos los rincones del planeta, nos están diciendo que nuestra comprensión del mundo, incluido su modelo biomédico científico dominante, es descaradamente errónea. Nuestra comprensión "científica" de la realidad informa las acciones gubernamentales que, en última instancia, inducen a la población a actuar con violencia y a romper importantes relaciones biológicas de las que depende nuestra existencia.