La degradación del suelo es un problema que afecta a un tercio de la superficie terrestre y a casi la mitad de la población mundial. Este hecho, en la región semiárida, con marcada deficiencia de agua, se convierte en un factor agravante para el mantenimiento del bioma y la supervivencia de la población. El uso de las aguas de las depuradoras domésticas se ha mostrado como una práctica estratégica tanto para la producción forestal y forrajera como para la recuperación de suelos degradados. La utilización de estas aguas presenta desafíos técnicos, jurídicos, económicos y sociales, ya que existen riesgos para la salud humana, así como riesgos de introducción de contaminantes en el suelo y, eventualmente en algunas regiones, en los acuíferos. Estos riesgos deben equilibrarse muy bien con los beneficios económicos, nutricionales y de seguridad alimentaria que ofrece esta fuente de agua, especialmente en las regiones áridas y semiáridas. Además del aspecto hídrico, las aguas residuales también tienen contenidos variables de sólidos en suspensión, materia orgánica y elementos químicos y, dependiendo de la fuente de agua, también pueden tener niveles excesivos de sales, metales pesados y compuestos orgánicos tóxicos.