Los colorantes pueden definirse como sustancias que, cuando se aplican a un sustrato, proporcionan color mediante un proceso que altera, al menos temporalmente, cualquier estructura cristalina de las sustancias coloreadas. Este tipo de sustancias con gran capacidad colorante se emplean ampliamente en las industrias textil, farmacéutica, alimentaria, cosmética, del plástico, fotográfica y del papel. Los colorantes pueden adherirse a superficies compatibles por disolución, formando enlaces covalentes o complejos con sales o metales, por adsorción física o por retención mecánica. Por lo general, tienen estructuras bastante complicadas que se producen mediante reacciones en las que intervienen bloques de construcción conocidos como intermedios. La mayoría de ellos son compuestos aromáticos con grupos sustituyentes como -NH2, -OH, -NO2 y -SO3H que alteran la reactividad del compuesto cíclico y a veces el color del tinte. Para fabricar tintes y productos intermedios se necesitan materiales tanto inorgánicos como orgánicos. Los tintes añaden valor a los productos más allá de su coste. A menudo, el color de un producto es la razón de su venta. Un colorante debe ser coloreado, pero también debe ser capaz de impartir color a otra cosa de forma razonablemente permanente antes de que pueda ser considerado como un colorante.