Sue os Inocentes te hace encontrar con un espejo que descubre el interior del hombre, esa tremenda dualidad que posee desde el mismo instante de ser concebido, la oscuridad y la luz, el bien y el mal, que se les puede dar un nombre propio, Lucifer y Dios, y entre ambos conformar el Todo, ese Todo que llevamos dentro como una marca a fuego, a sinraz n, donde la lucha interna entre ambas partes pueden llegar a adentrarnos a nuestros m s oscuros instintos o dejarnos eternamente atrapados en la locura. Una dualidad indefinida, dividida por una l nea invisible que hace dif cil precisar si la has cruzado o simplemente caminas sobre ella. Como definir si eres bueno o malo, si perteneces a un sistema o a otro, o si por el contrario no hay ninguno, solo nuestra mente haciendo laberintos sin salida?Tal vez Arist teles haya dado con la definici n clara al escribir que... "no hay un bien absoluto, por lo que concebir el bien como la perfecci n a la que tiende cada cosa (cada cosa tendr , pues, su propio bien, su perfecci n)" y es esa definici n la que encuentro a medida para sumergirnos en las letras de Luis Pab n que nos muestra un protagonista en una diaria lucha con estas, y perm taseme llamarlas, entidades, pues una de ellas ser el ngel que permanece al lado como una voz que est constantemente socavando cada segundo de su existencia, y el Demonio que lo lleva a pasar de v ctima a juez y verdugo sin el m s m nimo s ntoma de arrepentimiento.El autor nos lleva de la mano a la incertidumbre, a ser cubiertos por las sombras, desde la primera p gina al ver a este ni o recibir el peor de los castigos, el de ser pose do por su propia sangre; a tal punto de llegar a morder las ataduras m s crueles del destino y cuestionarnos si ese Dios de amor que todo lo ve y que nos guarda del mal nos dio la espalda, nos dej a la deriva del dolor y de las bajezas humanas, de las garras profanadoras del alma, de esos demonios que nos acompa ar n por el resto de nuestras existencias.Quiz s cada uno de nosotros nos sintamos un poco Daniel y caigamos en ese estado de perversi n y culpabilidad, de las ganas de hacerlo y de impedirlo, de ejecutar y no arrepentirnos de lo que hicimos, a medida que avanzamos en estas letras descubrimos esa eterna guerra, que, seg n los libros antiguos y sagrados, tiene como destino el universo desde que fue creado. La lucha entre ambas partes con la esperanza que al llegar al final el bien ser quien venza al mal arroj ndolo al mar de las tinieblas y el fuego eterno.Eres t querido lector quien debe sacar una conclusi n al terminar de leer este libro, y lograr justificar o no las cartas que juega el personaje en cada uno de sus momentos vividos, si era necesario o no, si deb a hacerlo o no... O como lo ve a Plat n la idea del bien como el objeto m s adecuado para el alma y causa de la realidad, perfecci n y verdad de las cosas; en pocas palabras ser a como tener al mismo Dios y al diablo dentro nuestro, ya que es, como dije al principio, en ellos est n inmersos el bien y el mal, las sombras y la luz.Seamos entonces capaces de sumergirnos en este mundo que nos plantea Lu s Pab n y poder ser los nicos capaces de comprender el final tan inesperado que nos deja a una puerta m s de la existencia humana.Daniel Reyes