Tengo 50 y qué
Autor Giselle Blondetes Limba Spaniolă Paperback – 28 oct 2014
El perfecto manual para las tonas (treintonas a noventonas)
Tengo 50, ¿y qué?es el perfecto manual para que en cada etapa de tu vida seas exitosa, te sientas realizada, bella y disfrutando de ser lo que eres, como hace la conductora de televisión Giselle Blondet.
El día que Giselle Blondet cumplió 50 años, se juró a sí misma que no sólo confesaría su edad, sino que compartiría sus secretos que la han hecho afirmar lo siguiente: los 50 años son los nuevos 30. La tendencia a parecer siempre joven hay que agradecérsela a una actitud que tú puedes asumir desde hoy. La belleza comienza en nuestro interior, y te tengo buenas noticias: no hay cremas para las arrugas del alma y el botox no estira la felicidad.
Divertido, humano, inspirador y repleto de anécdotas, Tengo 50, ¿y qué? es una inyección de energía para todas las que quieren llegar a esa edad como Giselle Blondet, y un punto de apoyo para reconocer que la vida siempre empieza tengamos los años que tengamos. Te invito a que leaseste libro y celebremos juntas los años y la vida.
"No quiero ser parte de la ridícula noción de que es imposible aumentar nuestro valor como mujeres, de ser sexys y felices conforme pasan los años. Por el contrario, si no lo creen, lean a Giselle Blondet."-SOFIA VERGARA
ENGLISH DESCRIPTION
An actress and star of the Univision program "Despierta America" shares her advice for women on motherhood, beauty, finances, love, self-esteem, and other topics, and recounts her own personal and professional experiences.
Tengo 50, ¿y qué?es el perfecto manual para que en cada etapa de tu vida seas exitosa, te sientas realizada, bella y disfrutando de ser lo que eres, como hace la conductora de televisión Giselle Blondet.
El día que Giselle Blondet cumplió 50 años, se juró a sí misma que no sólo confesaría su edad, sino que compartiría sus secretos que la han hecho afirmar lo siguiente: los 50 años son los nuevos 30. La tendencia a parecer siempre joven hay que agradecérsela a una actitud que tú puedes asumir desde hoy. La belleza comienza en nuestro interior, y te tengo buenas noticias: no hay cremas para las arrugas del alma y el botox no estira la felicidad.
Divertido, humano, inspirador y repleto de anécdotas, Tengo 50, ¿y qué? es una inyección de energía para todas las que quieren llegar a esa edad como Giselle Blondet, y un punto de apoyo para reconocer que la vida siempre empieza tengamos los años que tengamos. Te invito a que leaseste libro y celebremos juntas los años y la vida.
"No quiero ser parte de la ridícula noción de que es imposible aumentar nuestro valor como mujeres, de ser sexys y felices conforme pasan los años. Por el contrario, si no lo creen, lean a Giselle Blondet."-SOFIA VERGARA
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An actress and star of the Univision program "Despierta America" shares her advice for women on motherhood, beauty, finances, love, self-esteem, and other topics, and recounts her own personal and professional experiences.
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Specificații
ISBN-13: 9786073126793
ISBN-10: 6073126794
Pagini: 192
Dimensiuni: 127 x 178 x 13 mm
Greutate: 0.18 kg
Editura: Grijalbo
Colecția Grijalbo
ISBN-10: 6073126794
Pagini: 192
Dimensiuni: 127 x 178 x 13 mm
Greutate: 0.18 kg
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Colecția Grijalbo
Notă biografică
Giselle Blondet nace en Nueva York y es una de las personalidades más populares de Univisión. Fue la conductora del exitoso certamen de belleza/reality show de esa cadena, Nuestra Belleza Latina, donde ayudó a jóvenes latinas a alcanzar sus sueños durante seis años.
Antes de Nuestra Belleza Latina, Blondet fue copresentadora de Despierta América, el ameno programa matutino de entretenimiento y noticias de Univisión. Durante los últimos cinco años, también fue coanfitriona de los especiales de alfombra roja previos a las entregas del Latin GRAMMY® y “Premio Lo Nuestro®”. Además, participó en Historias Para Contar, un programa en el cual entrevistó a figuras famosas, entre ellas Juanes, Vicente Fernández y Thalía. También participó en diversas telenovelas y en cine.
Durante su extensa carrera artística, Giselle ha sido galardonada seis veces como mejor actriz con los codiciados
premios Agueybaná y cemi. También se ganó el Premio Inte como mejor conductora y el Premio ace como mejor conductora y actriz, y ha sido distinguida con el premio Orgullo Puertorriqueño —otorgado por el Comité Noviembre,
de Nueva York—, el reconocimiento “Excellence in Latin Media Award” de la organización 100 Hispanic Women, y
el “Hispanic Leadership Excellence Award in Entertainment”, durante el Hispana Leadership Summit 2013. Es autora de una inspiradora autobiografía titulada Con los pies sobre la tierra, la cual se convirtió en bestseller y actualmente está por iniciar su propia empresa de ropa interior y de joyas en Walmart.
Antes de Nuestra Belleza Latina, Blondet fue copresentadora de Despierta América, el ameno programa matutino de entretenimiento y noticias de Univisión. Durante los últimos cinco años, también fue coanfitriona de los especiales de alfombra roja previos a las entregas del Latin GRAMMY® y “Premio Lo Nuestro®”. Además, participó en Historias Para Contar, un programa en el cual entrevistó a figuras famosas, entre ellas Juanes, Vicente Fernández y Thalía. También participó en diversas telenovelas y en cine.
Durante su extensa carrera artística, Giselle ha sido galardonada seis veces como mejor actriz con los codiciados
premios Agueybaná y cemi. También se ganó el Premio Inte como mejor conductora y el Premio ace como mejor conductora y actriz, y ha sido distinguida con el premio Orgullo Puertorriqueño —otorgado por el Comité Noviembre,
de Nueva York—, el reconocimiento “Excellence in Latin Media Award” de la organización 100 Hispanic Women, y
el “Hispanic Leadership Excellence Award in Entertainment”, durante el Hispana Leadership Summit 2013. Es autora de una inspiradora autobiografía titulada Con los pies sobre la tierra, la cual se convirtió en bestseller y actualmente está por iniciar su propia empresa de ropa interior y de joyas en Walmart.
Extras
50, sin cuenta y sin darme cuenta
El 9 de enero de 2014 desperté en Florencia con 50 años. Hasta allí me llevó un estudio astrológico dictado por un retorno solar. ¿Que qué es un retorno solar? Eso te lo diré después.
Primero permíteme contarte que en esa ciudad, la cuna del Renacimiento, en otro continente, rodeada de museos, con sabrosa comida y buen vino, y seis horas antes de tiempo, llegué a la edad temida. Allí también me prometí renacer y revelar las lecciones que la vida me ha dado para no llegar a los 50 como imaginé cuando tenía 20: canosa, invadida por la celulitis, vestida como una doña y con muchas partes de mi cuerpo colgando... o a punto de caer. Pero, ¡sorpresa!, lo que vi ante el espejo del baño del hotel florentino me confirmó que, gracias a Dios, mis predicciones de veinteañera no eran ciertas. Había llegado a los 50 sin cuenta y casi sin darme cuenta.
Un año antes, a los 49, el retorno solar me aconsejó recibirlos en Seattle, Washington. Digamos que en el fin del mundo a la derecha. Recién pasadas las fiestas de Navidad y Año Nuevo, nadie pudo acompañarme y llegué a mi
destino yo sola (sí, sola y disfrutándolo). Comencé mi celebración amaneciendo con mis 49 a cuestas en un gran hotel de lujo, donde me sentí como una reina.
Después de pasar todo el día apapachándome con buena comida, masajes y, por supuesto, muchas compras, fui a ver una obra de teatro. La disfruté tanto que mi risa dominaba el recinto con su gran volumen. Fue una noche inolvidable. Recuerdo que le regalé mi copa de vino a la señora de al lado y después su risa le ganó en intensidad a la mía. Al terminar la obra, fui a cenar sola al mejor restaurante de la ciudad. Debo confesar que en él yo era la única persona que no iba acompañada. En ese momento me di cuenta de que empezaba a hacer cosas que creí que nunca me gustarían y que difícilmente me hubiera atrevido a hacer antes.
El gps de la cincuentona feliz Aquella noche, instalada en una cama grande y cómoda, comencé a pensar cómo pasaría mi último año antes de llegar a los 50. Recordé que a los 40 pensé que me quedaban 10 años de carrera. No acerté. Ya habían pasado nueve y no sólo tenía una gran cantidad de planes, sino que cada vez albergaba menos temores.
Por eso, cuando un año después me enfrenté a mi cuerpo de cincuentona ante el espejo de ese hotel, me dije en voz alta: “¡Ay, Dios, Giselle! Estás contenta. Estás en paz. Por fin sabes lo que quieres… Y no luces tan mal”.
En esa ocasión, a diferencia del año anterior, no estaba sola. Me acompañaba el hombre de mi vida: mi hijo menor, Harold Emmanuel, quien esa noche tuvo mi permiso para que juntos brindáramos con una botella de vino. No había mejor excusa.
Para muchas mujeres, cada año que cumplen es uno menos de carrera y de vida. En lugar de contar lo que llevan
de existencia, cuentan lo que falta para que llegue la muerte.
Si en estas circunstancias te preguntas: “¡Auxilio! ¿Qué hago?”, mi respuesta es la siguiente: “Convierte ese pensamiento negativo en uno completamente opuesto. Piensa que es un año más de experiencia que te ayudará a gozar tu vida con mayor intensidad. Un año más que te enseñará a ser una mejor persona: una mejor profesional, madre, pareja y amiga. Un año más para perfeccionar tu existencia”. Para mí, que durante una etapa siempre fui un año menor, gritar a los cuatro vientos que cumplía 50 me hizo sentir que mi autoestima iba por buen camino.
Reconozco que, como todos los seres humanos, tengo mis inseguridades, mis preocupaciones, todos esos sentimientos que, conforme nos hacemos mayores, pasan ante nuestros ojos como una película en cámara rápida. Pero, poco a poco, preparándome para mis 50, he aprendido cómo batallar con un ejército de inseguridades que son como pequeñas y bravas hormigas que, al picarte, provocan que te desconcentres y desvíes la mirada de tu meta. Así que si tú, como yo, has llegado a la mitad de tu vida, considera este libro como el gps de la cincuentona feliz. El manual para llegar a la mitad de tu vida con éxito, sabiduría, belleza, control y satisfacción. Y, sobre todo, con la capacidad de disfrutar lo que eres, prepararte para lo que serás y no lamentarte de lo que no has podido ser.
Los 50 de hoy son los nuevos 30. Aquellas épocas en que a esa edad las mujeres recogían su cabello en un moño, alargaban sus faldas y le ponían fin a su vida sentimental, ya no existen. La media vida parece ser apenas el comienzo. No creas que te digo esto como una manera de proporcionarte consuelo. ¡Qué va! Yo he comprobado que sí se puede llegar a esta edad con un buen número de proyectos, de ilusiones, con la mente en paz y con un buen cuerpo. Y añado algo importante: no sólo tenemos derecho a salir a buscar el amor, sino a encontrarlo y a reconocerlo como verdadero. Como comentaré más adelante, también he aprendido que en el juego del amor, gana el que llegue en último lugar, no en primero.
Perdón, pero no soy más vieja
que Matusalén
Para muchas personas, la edad de la mujer es un tema que se presta a bromas. Tengo un amigo muy simpático que nos compara con países y continentes. Según él, de los 13 a los 18 años, la mujer está como América Latina: en pleno desarrollo. De los 19 a los 25, es como África: mitad virgen y mitad explorada. De los 26 a los 35, como Asia: ardiente pero misteriosa. De los 36 a los 45, como Europa: conservadora pero interesante. Y de los 46 a los 55, como Estados Unidos: pura tecnología.
Y yo opino, ¿qué importa? Si para verte bien hay que usar la tecnología, pues para eso la creó Dios. Cada vez que alguien busca cicatrices detrás de mis orejas para calcular cuántas cirugías llevo, río hasta el cansancio. Perdón, pero yo no soy más vieja que Matusalén. El chistecito ya está gastado. En este libro sabrás qué he hecho para verme tan joven, que tal vez es la pregunta que más me han planteado, y también te contaré si es verdad o no que me he sometido a alguna cirugía.
Al decirte que a Florencia me envió un retorno solar, hablo de una experiencia que he tenido desde hace cinco años: una experta me prepara un horóscopo anual que calcula el momento en que el sol llega a la posición en que estaba cuan-
do nací. Eso sucede cada vez que cumplimos años (que es como volver a nacer). Ese estudio te indica el lugar donde más te favorece estar ese día. No entiendo mucho del asunto, pero me parece muy interesante. Y si, como dicen, trasladarme allí favorece mi economía y las relaciones con mi familia, lo hago con gusto.
Este año en Florencia la experiencia iba de maravilla. Sentía que tenía todo bajo control. Nada me molestaba. Incluso, anuncié en las redes sociales que estaba próxima a cumplir 50 años e invité a mis fans a que me enviaran mensajes de felicitación. Elegiría a 50 personas de quienes me los mandaran y las seguiría el día de mi cumpleaños. ¡Todo marchaba a la perfección! Pero la noche en que iba a cumplir esos 50 años en Italia, o sea, seis horas antes que en Miami, donde vivo, me invadió algo muy parecido a la ansiedad. Y aquellas hormigas bravas que pensé que había aniquilado, comenzaron a picarme de nuevo… Entonces me percaté de que no estaba muy tranquila cuando pensé: “¿Será posible? ¿No pude haber ido a otro sitio para celebrar mi cumpleaños seis horas después? O, mejor aun… ¿doce horas después?”
¡De pronto me vi con muchas cosas por lograr! Y le dije a Dios: “¿Acaso mañana me levantaré siendo viejita?
Hablemos claro: 50 años representan un número importante, un número considerable. Dios mío: ayúdame y permite que ahora comience mi mejor etapa… Señor, si estos 49 han sido el ensayo de mi vida, haz que sienta que los 50 marcarán el comienzo de mi gran obra y que sea lo que Tú quieras… Pero, por favor, Dios mío... ¡sin muchas arrugas ni sofocos!”
Sin poder dormir, daba vueltas y vueltas en la cama. De improviso se agolparon en mi mente todas las ideas. Sentí una ansiedad increíble. 50 años. Me parecieron tan cerca de los 75 que tenía mi mamá cuando falleció, que por un momento sentí que se me iba la vida. Pensé en mis tres hijos, en lo que ahora viven. Mi hijo menor, Harold, cursaba su primer año en la universidad. ¿Lograría verlo casado y con hijos? ¿Vería a mis hijas vestidas de novia? ¿Las acompañaría en sus partos? Y es que yo quiero ser una abueli-
ta joven, enérgica, que disfrute y pueda transmitirles a mis hijos y a mis nietos los valores heredados de mi madre.
Nunca la digas (en memoria de mi madre)
Mi mamá… Había llegado a los 50 sin ella, y de pronto recordé con alegría una anécdota que vivimos cuando cumplió 75.
Fue el último cumpleaños que le celebré con una fiesta sorpresa. Mi querido amigo Julián Gil, a quien mi mamá adoraba, fue mi cómplice. Decidimos filmarle un video sorpresa a Mami con sus artistas favoritos, ya que siempre fue una fan novelera ciento por ciento. Así que Julián fue a Televisa y pidió la colaboración de Jorge Salinas, que en ese entonces andaba súper ocupado con una novela. Ella lo conoció cuando yo trabajé con Jorge en la telenovela Morelia y desde entonces lo quería mucho.
Jorge, siempre encantador, le dijo en el video:
—¡Albita! ¡Qué linda estás! ¡No se te nota que tengas 75!
En ese momento puse el video en pausa y pensé que si se lo mostraba a mi madre en la fiesta, me mataría. Nunca confesó su edad. Así que escondí ese video hasta que pasó el cumpleaños. Dos o tres días después, cuando vi que estaba de muy buen humor, le dije:
—Mami, olvidé que tenía una sorpresita para ti —le dije y puse el video.
¿Por qué lo hice? ¡Por poco me mata!
—Giselita, ¿tú le dijiste mi edad a Julián? ¿Cómo es que Julián y Jorge Salinas saben que cumplía 75 años?
Mi mamá era tan ocurrente que solía comentarme al ir por la calle:
—Mira, mira a esa viejita, Giselita. Pobrecita, me da una pena. Se ve tan solita.
—¿Cuál viejita, Mami? —le preguntaba—. ¿Ésa? Pero, Mami, ¡esa señora es más joven que tú!
Y ella, con expresión de jugador de póker, me contestaba sin mover un músculo de su cara:
—¿Ah, sí? Pues no se le nota.
Esa noche en Florencia reí mucho recordando a mi mamá.
Mirar al pasado para avanzar al futuro
Respiré profundamente y repasé lo que había vivido. Nací en Nueva York y fui muy feliz hasta que mis padres se divorciaron. Mi mamá, la mujer que más he amado, decidió dejar a mi papá por picaflor. Después del divorcio me llevó con ella a Puerto Rico, donde comenzamos una nueva vida… Allí, viendo cómo trabajaba de sol a sol y caminaba más de media hora para recogerme en el colegio, prometí que cuando fuera grande trabajaría mucho para darle todo lo que quisiera… Y así, rezando por ella, la mujer de mi vida, que 50 años atrás seguramente estaría sintiendo sus dolores de parto, me quedé dormida.
Cuando desperté ya era una mujer de 50 años. Supe que todo había pasado y Dios se había llevado mi ansiedad. Vi las cosas con alegría y me dediqué a leer los mensajes que la gente me escribía, riendo y llorando con ellos.
El 9 de enero de 2014 desperté en Florencia con 50 años. Hasta allí me llevó un estudio astrológico dictado por un retorno solar. ¿Que qué es un retorno solar? Eso te lo diré después.
Primero permíteme contarte que en esa ciudad, la cuna del Renacimiento, en otro continente, rodeada de museos, con sabrosa comida y buen vino, y seis horas antes de tiempo, llegué a la edad temida. Allí también me prometí renacer y revelar las lecciones que la vida me ha dado para no llegar a los 50 como imaginé cuando tenía 20: canosa, invadida por la celulitis, vestida como una doña y con muchas partes de mi cuerpo colgando... o a punto de caer. Pero, ¡sorpresa!, lo que vi ante el espejo del baño del hotel florentino me confirmó que, gracias a Dios, mis predicciones de veinteañera no eran ciertas. Había llegado a los 50 sin cuenta y casi sin darme cuenta.
Un año antes, a los 49, el retorno solar me aconsejó recibirlos en Seattle, Washington. Digamos que en el fin del mundo a la derecha. Recién pasadas las fiestas de Navidad y Año Nuevo, nadie pudo acompañarme y llegué a mi
destino yo sola (sí, sola y disfrutándolo). Comencé mi celebración amaneciendo con mis 49 a cuestas en un gran hotel de lujo, donde me sentí como una reina.
Después de pasar todo el día apapachándome con buena comida, masajes y, por supuesto, muchas compras, fui a ver una obra de teatro. La disfruté tanto que mi risa dominaba el recinto con su gran volumen. Fue una noche inolvidable. Recuerdo que le regalé mi copa de vino a la señora de al lado y después su risa le ganó en intensidad a la mía. Al terminar la obra, fui a cenar sola al mejor restaurante de la ciudad. Debo confesar que en él yo era la única persona que no iba acompañada. En ese momento me di cuenta de que empezaba a hacer cosas que creí que nunca me gustarían y que difícilmente me hubiera atrevido a hacer antes.
El gps de la cincuentona feliz Aquella noche, instalada en una cama grande y cómoda, comencé a pensar cómo pasaría mi último año antes de llegar a los 50. Recordé que a los 40 pensé que me quedaban 10 años de carrera. No acerté. Ya habían pasado nueve y no sólo tenía una gran cantidad de planes, sino que cada vez albergaba menos temores.
Por eso, cuando un año después me enfrenté a mi cuerpo de cincuentona ante el espejo de ese hotel, me dije en voz alta: “¡Ay, Dios, Giselle! Estás contenta. Estás en paz. Por fin sabes lo que quieres… Y no luces tan mal”.
En esa ocasión, a diferencia del año anterior, no estaba sola. Me acompañaba el hombre de mi vida: mi hijo menor, Harold Emmanuel, quien esa noche tuvo mi permiso para que juntos brindáramos con una botella de vino. No había mejor excusa.
Para muchas mujeres, cada año que cumplen es uno menos de carrera y de vida. En lugar de contar lo que llevan
de existencia, cuentan lo que falta para que llegue la muerte.
Si en estas circunstancias te preguntas: “¡Auxilio! ¿Qué hago?”, mi respuesta es la siguiente: “Convierte ese pensamiento negativo en uno completamente opuesto. Piensa que es un año más de experiencia que te ayudará a gozar tu vida con mayor intensidad. Un año más que te enseñará a ser una mejor persona: una mejor profesional, madre, pareja y amiga. Un año más para perfeccionar tu existencia”. Para mí, que durante una etapa siempre fui un año menor, gritar a los cuatro vientos que cumplía 50 me hizo sentir que mi autoestima iba por buen camino.
Reconozco que, como todos los seres humanos, tengo mis inseguridades, mis preocupaciones, todos esos sentimientos que, conforme nos hacemos mayores, pasan ante nuestros ojos como una película en cámara rápida. Pero, poco a poco, preparándome para mis 50, he aprendido cómo batallar con un ejército de inseguridades que son como pequeñas y bravas hormigas que, al picarte, provocan que te desconcentres y desvíes la mirada de tu meta. Así que si tú, como yo, has llegado a la mitad de tu vida, considera este libro como el gps de la cincuentona feliz. El manual para llegar a la mitad de tu vida con éxito, sabiduría, belleza, control y satisfacción. Y, sobre todo, con la capacidad de disfrutar lo que eres, prepararte para lo que serás y no lamentarte de lo que no has podido ser.
Los 50 de hoy son los nuevos 30. Aquellas épocas en que a esa edad las mujeres recogían su cabello en un moño, alargaban sus faldas y le ponían fin a su vida sentimental, ya no existen. La media vida parece ser apenas el comienzo. No creas que te digo esto como una manera de proporcionarte consuelo. ¡Qué va! Yo he comprobado que sí se puede llegar a esta edad con un buen número de proyectos, de ilusiones, con la mente en paz y con un buen cuerpo. Y añado algo importante: no sólo tenemos derecho a salir a buscar el amor, sino a encontrarlo y a reconocerlo como verdadero. Como comentaré más adelante, también he aprendido que en el juego del amor, gana el que llegue en último lugar, no en primero.
Perdón, pero no soy más vieja
que Matusalén
Para muchas personas, la edad de la mujer es un tema que se presta a bromas. Tengo un amigo muy simpático que nos compara con países y continentes. Según él, de los 13 a los 18 años, la mujer está como América Latina: en pleno desarrollo. De los 19 a los 25, es como África: mitad virgen y mitad explorada. De los 26 a los 35, como Asia: ardiente pero misteriosa. De los 36 a los 45, como Europa: conservadora pero interesante. Y de los 46 a los 55, como Estados Unidos: pura tecnología.
Y yo opino, ¿qué importa? Si para verte bien hay que usar la tecnología, pues para eso la creó Dios. Cada vez que alguien busca cicatrices detrás de mis orejas para calcular cuántas cirugías llevo, río hasta el cansancio. Perdón, pero yo no soy más vieja que Matusalén. El chistecito ya está gastado. En este libro sabrás qué he hecho para verme tan joven, que tal vez es la pregunta que más me han planteado, y también te contaré si es verdad o no que me he sometido a alguna cirugía.
Al decirte que a Florencia me envió un retorno solar, hablo de una experiencia que he tenido desde hace cinco años: una experta me prepara un horóscopo anual que calcula el momento en que el sol llega a la posición en que estaba cuan-
do nací. Eso sucede cada vez que cumplimos años (que es como volver a nacer). Ese estudio te indica el lugar donde más te favorece estar ese día. No entiendo mucho del asunto, pero me parece muy interesante. Y si, como dicen, trasladarme allí favorece mi economía y las relaciones con mi familia, lo hago con gusto.
Este año en Florencia la experiencia iba de maravilla. Sentía que tenía todo bajo control. Nada me molestaba. Incluso, anuncié en las redes sociales que estaba próxima a cumplir 50 años e invité a mis fans a que me enviaran mensajes de felicitación. Elegiría a 50 personas de quienes me los mandaran y las seguiría el día de mi cumpleaños. ¡Todo marchaba a la perfección! Pero la noche en que iba a cumplir esos 50 años en Italia, o sea, seis horas antes que en Miami, donde vivo, me invadió algo muy parecido a la ansiedad. Y aquellas hormigas bravas que pensé que había aniquilado, comenzaron a picarme de nuevo… Entonces me percaté de que no estaba muy tranquila cuando pensé: “¿Será posible? ¿No pude haber ido a otro sitio para celebrar mi cumpleaños seis horas después? O, mejor aun… ¿doce horas después?”
¡De pronto me vi con muchas cosas por lograr! Y le dije a Dios: “¿Acaso mañana me levantaré siendo viejita?
Hablemos claro: 50 años representan un número importante, un número considerable. Dios mío: ayúdame y permite que ahora comience mi mejor etapa… Señor, si estos 49 han sido el ensayo de mi vida, haz que sienta que los 50 marcarán el comienzo de mi gran obra y que sea lo que Tú quieras… Pero, por favor, Dios mío... ¡sin muchas arrugas ni sofocos!”
Sin poder dormir, daba vueltas y vueltas en la cama. De improviso se agolparon en mi mente todas las ideas. Sentí una ansiedad increíble. 50 años. Me parecieron tan cerca de los 75 que tenía mi mamá cuando falleció, que por un momento sentí que se me iba la vida. Pensé en mis tres hijos, en lo que ahora viven. Mi hijo menor, Harold, cursaba su primer año en la universidad. ¿Lograría verlo casado y con hijos? ¿Vería a mis hijas vestidas de novia? ¿Las acompañaría en sus partos? Y es que yo quiero ser una abueli-
ta joven, enérgica, que disfrute y pueda transmitirles a mis hijos y a mis nietos los valores heredados de mi madre.
Nunca la digas (en memoria de mi madre)
Mi mamá… Había llegado a los 50 sin ella, y de pronto recordé con alegría una anécdota que vivimos cuando cumplió 75.
Fue el último cumpleaños que le celebré con una fiesta sorpresa. Mi querido amigo Julián Gil, a quien mi mamá adoraba, fue mi cómplice. Decidimos filmarle un video sorpresa a Mami con sus artistas favoritos, ya que siempre fue una fan novelera ciento por ciento. Así que Julián fue a Televisa y pidió la colaboración de Jorge Salinas, que en ese entonces andaba súper ocupado con una novela. Ella lo conoció cuando yo trabajé con Jorge en la telenovela Morelia y desde entonces lo quería mucho.
Jorge, siempre encantador, le dijo en el video:
—¡Albita! ¡Qué linda estás! ¡No se te nota que tengas 75!
En ese momento puse el video en pausa y pensé que si se lo mostraba a mi madre en la fiesta, me mataría. Nunca confesó su edad. Así que escondí ese video hasta que pasó el cumpleaños. Dos o tres días después, cuando vi que estaba de muy buen humor, le dije:
—Mami, olvidé que tenía una sorpresita para ti —le dije y puse el video.
¿Por qué lo hice? ¡Por poco me mata!
—Giselita, ¿tú le dijiste mi edad a Julián? ¿Cómo es que Julián y Jorge Salinas saben que cumplía 75 años?
Mi mamá era tan ocurrente que solía comentarme al ir por la calle:
—Mira, mira a esa viejita, Giselita. Pobrecita, me da una pena. Se ve tan solita.
—¿Cuál viejita, Mami? —le preguntaba—. ¿Ésa? Pero, Mami, ¡esa señora es más joven que tú!
Y ella, con expresión de jugador de póker, me contestaba sin mover un músculo de su cara:
—¿Ah, sí? Pues no se le nota.
Esa noche en Florencia reí mucho recordando a mi mamá.
Mirar al pasado para avanzar al futuro
Respiré profundamente y repasé lo que había vivido. Nací en Nueva York y fui muy feliz hasta que mis padres se divorciaron. Mi mamá, la mujer que más he amado, decidió dejar a mi papá por picaflor. Después del divorcio me llevó con ella a Puerto Rico, donde comenzamos una nueva vida… Allí, viendo cómo trabajaba de sol a sol y caminaba más de media hora para recogerme en el colegio, prometí que cuando fuera grande trabajaría mucho para darle todo lo que quisiera… Y así, rezando por ella, la mujer de mi vida, que 50 años atrás seguramente estaría sintiendo sus dolores de parto, me quedé dormida.
Cuando desperté ya era una mujer de 50 años. Supe que todo había pasado y Dios se había llevado mi ansiedad. Vi las cosas con alegría y me dediqué a leer los mensajes que la gente me escribía, riendo y llorando con ellos.