Las desigualdades hist ricas renacen con fuerza de la reconquista cristiana sobre tierras de Al-Andalus y marcan los modos de vida y de convivencia social entre diferentes habitantes, culturas y pueblos de Andaluc a. Entre los habitantes menos favorecidos en aquello del reparto equitativo y el bienestar subsisten los campesinos: aceituneros del Condado; recolectores rudos y sacrificados que siglo a siglo exponen dedicaci n y penuria bajo el contraste de un clima aterrador, entre calores de abrasamiento y de fr os espeluznantes. No libres de marginalidad y sacrificio quedan las mujeres campesinas entre quienes acrecienta la discriminaci n de g nero cuando entre campa a y campa a de recolecci n sufren el rechazo de los patronos que cultivan el oro l quido del olivar por considerarlas en menor val a laboral. En tales desavenencias luchan, sufren y recorren caminos inciertos, resbaladizos y bacheados entre lamentos, controversias, cr ticas individuales y populistas que sobreviven al arraigo de las peculiaridades de la picaresca y la s tira de la tierra y de los clasismos de las sociedades que habitan en la ciudadan a rural.