El calor era sofocante, sobre el mediodía, el sol asentado en el horizonte en un país donde el sol era parte de su identidad, me levanté del asiento y me puse a seguir a los otros para abandonar el avión. Supuse que todos tenían un motivo para estar ahí, en mi caso era todo lo contrario, mis motivos era cambiar de realidad, algo efímero, algo que uno desea, más la realidad es mucho más intrínseca que los deseos mundanos del que desea una realidad distinta.No tenía claro que, hacia ahí, pero sabía que donde yo procedía era inviable vivir, y sospechaba que el futuro no sería bueno para nadie. Yo salí porque fui testigo de los cambios, sabía que aquella enajenación colectiva solo traería caos y destrucción para todos, y en consecuencia decidí salir de ahí.