Para seguir el ritmo de la comunidad internacional, cada vez más exigente con la instauración de regímenes democráticos en el África subsahariana, Camerún adoptó en 1990 la ley de libertades. Estas libertades se concretaron en el plano político con el paso de un sistema de partido único a un sistema multipartidista y en el plano social con la implosión de las estructuras privadas de comunicación y la libertad de tono adoptada por estas últimas. Para no verse desbordado por este nuevo impulso y, sin duda, para controlar mejor el campo de la comunicación, el Gobierno de la República cambió su rumbo comunicativo y, de una práctica oficiosa del lenguaje de madera, instituyó oficialmente una ofensiva comunicativa para no verse obligado a reaccionar siempre a posteriori mediante desmentidos: es lo que se ha llamado la revitalización de la comunicación gubernamental, fenómeno que se ha analizado en el presente trabajo. La práctica de la comunicación se ha institucionalizado, convirtiéndose en un ritual televisivo esperado y apreciado por muchos telespectadores. Pero la renovación camerunesa debe vincular su comunicación institucional a las exigencias de la modernidad.